Para perpetuar

septiembre 08, 2016

El siguiente texto fue publicado en una cuenta de Instagram que sigo y que obviamente no voy a explicar la situación que llevó a la dueña de la cuenta a escribir todo esto, simplemente estoy en total acuerdo con ella, porque soy una firme defensora de la privacidad , el hecho de publicar cosas no le está dando a los demás  el permiso de meterse en la vida de uno, aunque muchos esta claro no entienden, me pasó hace 4 años cuando decidí dejar todas las redes sociales e incluso dejar de usar mi nombre en Internet por el cyberbullying al que me vi sometida por el hecho de haber sido  novia de alguien que en mi contexto era (es) una especie de Rock Star muy amante de las redes sociales y de publicar su vida entera, tuve que pasar mas de una situación incomoda bajo la lupa de su "club de fans" que me tildaron de gorda, estúpida, ignorante, fea, ridícula y muchos adjetivos más que en su momento me volaron la cabeza, las personas se escudan en una pantalla para destruir a los demás con la excusa de que uno publique alguna cosa, porque supuestamente si uno no quiere salseo tiene que vivir debajo de una piedra o escondido como un criminal, en fin, les dejó el texto enteramente copiado de Instagram y nuevamente :
 Bravo Irina, te aplaudo de pie.
 "Buenas tardes señoras.
Si, digo señoras pues lamentablemente la gran mayoría de los comentarios que inundan mis redes sociales estas últimas décadas los firman nombres femeninos.
Me es complicado estar escribiendo estas líneas y más complicado me es publicarlas pues rompe todos mis códigos de ética, moralidad, y sobre todo sentido común. ¿Qué estoy haciendo? ¿Realmente estoy perdiendo mi tiempo soltando mi opinión en el mundo del píxel? ¿A quién demonios le interesa mi opinión? y lo más importante ¿A quién narices le importa mi vida?

Dejando a un lado todo esto, creo que este tema ya ha llegado a un punto de inflexión del tamaño de un melón. Esta situación es tan ridícula, absurda, estrafalaria y grotesca que me asusta. Y no por los insultos, vituperios, humillaciones y amenazas de tortura y posterior muerte que recibo diariamente. No. Lo que me asusta es ver en lo que nos estamos convirtiendo. ¿Qué nos pasa señoras? ¿En qué momento perdimos el norte de manera tan catastrófica y garrafal?
Me resulta increíble y surrealista cómo podemos llegar a tirar nuestro tiempo, siendo lo más valioso que poseemos, usándolo en auto-destruirnos y derrumbarnos mutuamente. Internet es una herramienta valiosísima, que a la vez se ha convertido en guadaña, es una forma de evasión, de huida, de deserción de nuestra realidad. Es mucho más sencillo vivir dentro de la pantalla que enfrentarse a la cruda realidad que nos aguarda fuera, es mucho más fácil vivir una vida ajena que la nuestra propia. 
Internet ha sustituido a las antiguas sillas de plástico que las señoras sacaban a la calle para cotillear sobre las nuevas del pueblo. Ha deshumanizado lo que en un día era un proceso natural y social. Ya no estamos cara a cara, la pantalla nos protege y nos infunda coraje, y repito, es más sencillo evadirnos de lo nuestro que plantar cara a nuestras propias vidas. Comentamos, opinamos, y juzgamos sin orden ni concierto, producimos dictámenes, juicios y veredictos de manera industrial y masiva. Olvidamos que esa vida que tanto creemos conocer también palpita, tras una pantalla, en algún lugar del mundo. Somos humanos. Todos. Y nos estamos convirtiendo en máquinas expendedoras de chismorreo y superficialidad gratuita.

En las redes sociales que giran entorno a la imagen, como Instagram, no poseemos de la información suficiente para valorar la parte interna de la persona en cuestión, no tenemos acceso a su identidad real, así que nos contentamos con difuminar fronteras, convertimos lo visual en un todo, lo superficial en lo único y absoluto. Juzgamos y opinamos en función de lo que vemos, y a partir de ello generamos conclusiones; le otorgamos un valor terrible a lo externo y a la carcasa y olvidamos lo realmente importante. Amamos y odiamos por igual a través de los ojos, y no somos maniquíes señoras, somos personas.

He mencionado auto-destruirnos, pues esas palabras que soltamos sin ninguna empatía o humanidad, créanme, hacen más daño al autor que al agredido. ¿Qué conseguimos publicando ese contenido? En cuanto bloqueamos nuestros móviles o bajamos la pantalla del ordenador todo se desvanece, volvemos a estar sumergidos en nuestra insatisfactoria y cruda realidad. Y ¿qué hacemos entonces? No nos molestamos en mejorar lo que nos rodea, no intentamos cambiar aquello que no nos gusta a nuestro alrededor. Preferimos acumular todo ese malestar que sentimos, aglomerar todo ese desasosiego hasta que no podemos más y nos dirigimos de nuevo a nuestras pantallas donde lo exhalamos transformado en negatividad, transformado en un tufo dañino y nocivo carente de humanidad o empatía alguna. 
Muchas de vosotras me instáis a que cierre mis redes sociales. Si no quiero ver esta deplorable faceta de la raza humana he de cerrar mis puertas. Una enfermedad nos invade y la recomendación que damos es la confinación en nuestras celdas. ¿No sería mejor buscar una solución, una cura? ¿Por qué tengo yo que cerrar mis redes, mi moodboard personal a causa de la desdicha humana? ¿Por qué no nos sentamos a analizar todo esto y cogemos de una vez por todas las riendas de nuestra propia historia? ¿Por qué no en vez de un parche, enmendamos la raíz de todo este asunto?
En este escrito no pretendo lavarme las manos, ni crear una estatua de oro e inocencia hacia mi persona. Si algo he aprendido de toda esta historia es que los sucesos de la vida son como un dibujo de unir puntos. Solo el protagonista sabe cuál es el correcto orden de unión, y a veces ni siquiera. A medida que nos alejamos del círculo de dicho protagonista ese orden y esa unión de puntos comienza a difuminarse. Y donde el protagonista veía una determinada figura, el vecino de enfrente ve algo completamente diferente, y ya no hablemos de lo que ve la que vive cinco calles más allá!
Cito a un neurocientífico del CSIC que describe así a nuestro cerebro: “es un órgano muy perezoso e intenta trabajar con el mínimo esfuerzo posible; así pues, se ve obligado a reducir, generalizar, resumir y, por tanto, asume cosas que no existen, que no están o, simplemente, se las inventa” Es decir, nuestro cerebro, con tal de consumir menos energía llena ciertos espacios en blanco con situaciones lógicas. Rellena la realidad a su gusto. Completa ese dibujo de puntos como más lógico y sencillo sea.
Estoy completamente segura de que si queréis creer que soy un alienígena venido de Marte con la misión de conquistar el mundo seréis capaces de encontrar suficientes datos y pruebas que lo confirmen.

Para finalizar os propongo un reto, dos opciones; podéis intentar unir los puntos, mis puntos, en la fotografía de arriba trazándolos a vuestro parecer y gusto. O podéis salir de aquí y dedicaros a trazar los vuestros propios, pues señoras, solo vivimos una vez."




Es solo cuestión de actitud, no tener nada, y tenerlo todo.

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